Views and Ideas

¿El carbón es siempre malo?

23 June 2017

Criticar el carbón está de moda. Es el malo perfecto y el consenso tiene una clara convicción: vender, a cualquier precio y de manera inmediata ésta sucia fuente de energía, poniendo de esta manera nuestro granito de arena para la tan necesaria transición energética. ¿En serio?

Junio de 2017, Perrine Dutronc, Director de Estrategia SAI

No recomendaríamos recuperar el carbón o sugerir, como hace Trump en Estados Unidos, que es una industria de futuro. Pero el consenso a menudo enmascara una realidad más compleja de lo que muchos están dispuestos a admitir. Hay carbón y carbón. Y vender todo lo relacionado con el carbón no es necesariamente el mejor camino a seguir. Además, leyendo entre líneas las afirmaciones por parte de los inversores que se comprometen a salir del carbón, casi siempre hay un asterisco que nos dice bajo qué condiciones. Entonces, ¿qué condiciones pueden hacer que el carbón sea aceptable o incluso ser un poco sugerente?

Para entender esto necesitamos preguntarnos para qué es utilizado. El carbón, que todavía es la segunda mayor fuente de energía mundial después del petróleo y la primera del G20, tiene dos usos principales: térmico y metalúrgico.

Carbón térmico

El carbón térmico se utiliza para hacer funcionar las centrales eléctricas y este es el uso que, con toda razón, concentra todas las miradas.

Las plantas eléctricas que utilizan carbón son muy contaminantes. Su esperanza de vida supone que cualquier planta que construyamos hoy, incluso estando equipada con la última y más eficiente tecnología, seguirá emitiendo CO2 hasta mucho más tarde de la fecha en la que se supone que el mundo debería dejar de emitir CO2 por completo. Por lo tanto, resulta imprescindible que, si queremos seguir otro camino, como la mayoría de los países han declarado en el COP 21, que no construyamos ninguna más. Incluso aceptando que esta política es mucho más fácil de conseguir en países desarrollados que en otros emergentes superpoblados y con fuerte crecimiento, como en el caso de India. 

Pero además de dejar de construir, que es el primer compromiso, debemos dejar de utilizar las plantas de carbón existentes, lo que es otro difícil pero necesario desafío para el lobby anti-carbón. Con una esperanza media de vida de 40 años, muchas de estas centrales eléctricas, construidas en un momento en el que el clima y las emisiones de CO2 no eran prioridad, tienen por delante muchos años de funcionamiento. Cerrarlas antes representaría un coste importante que pocas compañías están dispuestas a asumir. La otra solución, a la vista de la creciente presión para deshacerse de los activos ligados al carbón, en particular las centrales eléctricas, es venderlas. Esta fue la decisión tomada, por Vattenfall, una compañía eléctrica sueca que en 2016 sufrió la presión de los medios, ONGs e inversores. Pero cualquier vendedor necesita un comprador y éste a veces puede ser menos escrupuloso que el vendedor respecto a los estándares medioambientales. Vatenfall vendió sus últimas plantas de carbón en Alemania a una compañía checa no cotizada, EPH, que se muestra inmune a los grupos de presión e incluso más propensa a ignorar los compromisos medioambientales. Querer que las centrales de carbón desaparezcan es, por supuesto, un objetivo lógico. Pero pensar que eliminación implicaría la desaparición de los problemas medioambientales que generan, es, en el mejor de los casos, fruto de la mala información y, en el peor de los casos, una situación hipócrita.

En La Française pensamos que tiene más sentido, y esto es lo que estamos buscamos con nuestra estrategia climática, apoyar a aquellas compañías que todavía utilizan carbón para la generación de energía y que desean llevar a cabo lo más rápido posible la transición hacia el cierre de sus plantas. Pero el horizonte temporal con el que trabajan las generadoras eléctricas difiere en gran medida del horizonte que ONGs, medios de comunicación e inversores utilizan, desde el corto al muy corto plazo. Por este motivo necesitamos una transición que nosotros consideramos factible debido a las numerosas alternativas a las plantas de carbón, desde energías renovables al gas.

Carbón metalúrgico

El carbón metalúrgico se utiliza para producir acero. La industria del acero utiliza una forma de carbón que contiene niveles muy altos de carbono llamada coque, y que se obtiene exponiendo el carbón de determinada calidad, a temperaturas muy elevadas, por encima de los 1.000o C. El coque es una fuente de combustible altamente calorífica que puede ser utilizado para fundir minerales en hornos a presiones muy altas. A diferencia del carbón térmico, hay pocas alternativas al uso del coque como combustible o para fundir minerales. Por ello, sería peligroso, a no ser que quisiéramos dañar la industria del acero, impedir la minería del carbón “en general”, sin especificar su uso.

Por este motivo muchos inversores que se comprometen a salir del carbón toleran ciertas actividades, como su uso por parte de las compañías mineras (habitualmente entre el 20% y el 50%) e incluso a veces, diferencian entre carbón térmico y metalúrgico. En cualquier caso, el tipo de carbón que está condenado a desaparecer por su impacto nocivo contra el medioambiente y porque es o puede convertirse pronto en una inversión catastrófica, es el carbón térmico. Actualmente, representa en torno al 86% del carbón extraído cada año, frente al 14% del carbón metalúrgico.

Seguramente el carbón no sea la energía del futuro, pero su final no está cerca y podría prolongarse décadas, con independencia de lo que deseen los impacientes. Por tanto, resulta esencial conocer de qué estamos hablando cuando criticamos el carbón para no meter a todos en el mismo saco. Como hacemos en La Française, es importante tomar un papel activo para conducir a las compañías en las que invertimos, a llevar a cabo y proporcionar resultados en las estrategias que en última instancia eliminarán el uso del carbón, y en particular, del carbón término.

Disclaimer

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