A diferencia de los Estados Unidos, el crecimiento ralentiza (ya se han revisado a la baja las previsiones de consenso del 2,4 % al 2,3 % para 2018) mientras que la inflación se acelera, de manera moderada pero con una tendencia que se acerca al objetivo del BCE. La estimación preliminar de la inflación de la zona euro de junio ha sido del 2 % interanual, impulsada esencialmente por los efectos de base positivos de los precios de la energía.
La inflación subyacente, por su parte, permanece débil (1 % interanual), pese a la debilidad reciente del euro, y en estos momentos los efectos secundarios del encarecimiento de la energía solamente tienen un impacto moderado: el regreso a su media a largo plazo del 1,5 %, con una aceleración de la inflación salarial, debería de materializarse en 2019. El BCE ha elevado su previsión de inflación subyacente al 1,6 % en 2019 y al 1,9 % en 2020, mostrando así su confianza acerca de la convergencia de la inflación hacia su objetivo en los próximos meses, incluso después de la reducción progresiva de las compras mensuales de activos. No obstante, parece que aún no ha convencido a los mercados: las expectativas de inflación siguen por detrás en términos de valoración con respecto a la trayectoria futura de la inflación, lo que no nos parece justificado. Con la excepción de la deuda indexada italiana, es interesante observar su resistencia relativa desde principios de mayo, durante las tensiones en Italia y después la escalada de la retórica proteccionista, que favoreció una huida hacia la calidad en beneficio de los bonos de los países centrales.
La inflación francesa, por su parte, también se acelera y debería de beneficiarse del alza de los precios regulados (+7,45 % el gas el 1 de julio, su mayor progresión en más de seis años). Además, como parte del proyecto del gobierno de reducir el gasto en ayudas a las empresas en 5.000 millones de euros, determinados sectores de actividad dejarán de beneficiarse de unos tipos reducidos del IVA. Estimamos que estas medidas tendrán un impacto potencial del 0,25 % sobre la inflación francesa. Por otra parte, los cambios de los últimos años en las reglas de cálculo del rendimiento de las cuentas de ahorro reguladas en Francia han generado una menor demanda de los bancos franceses de productos ligados a la inflación interna, que se ha rezagado claramente con respecto a la europea en el mercado de los swaps de inflación: el diferencial está en un mínimo de 10 años. Se trata de dos buenos motivos para posicionarse a favor de las expectativas de inflación francesa.